Recuerdo aquel día lluvioso.
El cielo tenía un aspecto lúgubre y grisáceo. La lluvia caía sobre el techo de
la parada de autobús en donde estaba. Hacía mucho frío, yo temblaba y estaba
empapada. Al otro lado de la calle, se estacionó su auto. Yo no lo había visto.
De repente, sentí algo en mis hombros. Era él cubriéndome con su chaqueta. Era
él… mi profesor.
-¿Qué haces?- dije molesta.
-Sólo trato de ser un
caballero- respondió-. Pasaba por aquí y te vi. Por favor, permíteme llevarte.
-Ni loca- dije un tanto
alterada.
¿Por qué me hacía eso? Él y
yo no podemos estar juntos. Es en contra de las reglas. Nada puede ni pasará
entre nosotros, a pesar de que sea lo que más anhelo.
-Vete, Andrés. Por favor
vete.
-No me iré hasta que me
digas por qué estás así conmigo- me dijo de inmediato-. Dime por favor qué hice
mal.
-Ese es el problema: no
hiciste nada- dije y mis ojos se empezaron a llenar de lágrimas-. Tú no tienes
la culpa de lo que siento.
-Y, ¿qué es lo que sientes?-
me preguntó con una sonrisa en su rostro, como si estuviese esperando que mi
respuesta fuese un TE AMO.
-¿Sabes qué? Olvídalo.
-No quiero olvidarlo- dijo
con un tono melancólico-.
Las lágrimas empezaron a
bajar por mis mejillas. No quería que él lo notara. Bajé mi cabeza, pero me
conoce demasiado bien para saber cuándo estoy llorando.
-No llores. Por favor no
llores.
-Entonces vete- dije con un
tono agresivo.
Andrés se acercó a mí.
Quedamos muy juntos. Creo que ambos podíamos sentir la respiración del otro. Él
es más alto que yo. Lo miré hacia sus brillantes y hermosos ojos cafés. Una vez
me hipnotizaron y aún lo hacían. De pronto, un auto pasó muy cerca de nosotros
y nos salpicó. Él se paró delante de mí para protegerme. Fue un gesto muy
caballeroso.
-Alex, ¿estás bien?- me
preguntó-.
No podía dejar que mis
sentimientos me controlaran de nuevo, así que intenté separarme de él pero fue
inútil.
-Alex, quiero que me mires a
los ojos y me digas que no sientes nada por mí- dijo de repente-.
-Yo…- no sabía que decirle-.
Andrés, yo…
No pude terminar la oración
cuando se acercó y me besó. A primera vista, parecía sólo un beso impulsivo
pero bastaron unas milésimas de segundo para darme cuenta que era un beso
totalmente sincero y lleno de amor. Lo separé de mí de inmediato.
-¿Qué haces? Estamos muy
cerca de la escuela y alguien podría vernos.
-No me importa.
-Pues a mí sí me importa.
Podrías perder tu trabajo y a mí me expulsarían.
-No me importa.
-Deja de decir que no te
importa, porque sé que no es verdad- dije histérica-. Sabes que tu trabajo es
lo más importante para ti.
-No es más importante que
tú- dijo tiernamente-.
Se acercó aún más hacia mí.
Lo tenía tan cerca que sentía su aroma y me gustaba, me gustaba demasiado. Él
me encantaba. Lo amaba, de verdad, lo amaba.
-Andrés, suéltame ahora
mismo.
-No te voy a soltar.
-¡Suéltame!
En ese instante, llegó mi
autobús. La excusa perfecta para irme de ese lugar y alejarme de Andrés. Me
subí y me senté junto a la ventanilla. Andrés me miraba mientras me alejaba.
Una de mis compañeras de la Academia de baile estaba sentada detrás de mí.
-¿Ese es tu chico?- me
preguntó-. Es muy guapo.
-No… él no es mi chico-
respondí y ella notó cierta tristeza en mi voz-.
-¿Pero te gustaría que lo
fuera?
-Sí… me encantaría.
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