sábado, 4 de octubre de 2014

La Lluvia, Nuestra Cómplice

Recuerdo aquel día lluvioso. El cielo tenía un aspecto lúgubre y grisáceo. La lluvia caía sobre el techo de la parada de autobús en donde estaba. Hacía mucho frío, yo temblaba y estaba empapada. Al otro lado de la calle, se estacionó su auto. Yo no lo había visto. De repente, sentí algo en mis hombros. Era él cubriéndome con su chaqueta. Era él… mi profesor.

-¿Qué haces?- dije molesta.
-Sólo trato de ser un caballero- respondió-. Pasaba por aquí y te vi. Por favor, permíteme llevarte.
-Ni loca- dije un tanto alterada.

¿Por qué me hacía eso? Él y yo no podemos estar juntos. Es en contra de las reglas. Nada puede ni pasará entre nosotros, a pesar de que sea lo que más anhelo.

-Vete, Andrés. Por favor vete.
-No me iré hasta que me digas por qué estás así conmigo- me dijo de inmediato-. Dime por favor qué hice mal.
-Ese es el problema: no hiciste nada- dije y mis ojos se empezaron a llenar de lágrimas-. Tú no tienes la culpa de lo que siento.
-Y, ¿qué es lo que sientes?- me preguntó con una sonrisa en su rostro, como si estuviese esperando que mi respuesta fuese un TE AMO.
-¿Sabes qué? Olvídalo.
-No quiero olvidarlo- dijo con un tono melancólico-.

Las lágrimas empezaron a bajar por mis mejillas. No quería que él lo notara. Bajé mi cabeza, pero me conoce demasiado bien para saber cuándo estoy llorando.

-No llores. Por favor no llores.
-Entonces vete- dije con un tono agresivo.

Andrés se acercó a mí. Quedamos muy juntos. Creo que ambos podíamos sentir la respiración del otro. Él es más alto que yo. Lo miré hacia sus brillantes y hermosos ojos cafés. Una vez me hipnotizaron y aún lo hacían. De pronto, un auto pasó muy cerca de nosotros y nos salpicó. Él se paró delante de mí para protegerme. Fue un gesto muy caballeroso.

-Alex, ¿estás bien?- me preguntó-.

No podía dejar que mis sentimientos me controlaran de nuevo, así que intenté separarme de él pero fue inútil.

-Alex, quiero que me mires a los ojos y me digas que no sientes nada por mí- dijo de repente-.
-Yo…- no sabía que decirle-. Andrés, yo…

No pude terminar la oración cuando se acercó y me besó. A primera vista, parecía sólo un beso impulsivo pero bastaron unas milésimas de segundo para darme cuenta que era un beso totalmente sincero y lleno de amor. Lo separé de mí de inmediato.

-¿Qué haces? Estamos muy cerca de la escuela y alguien podría vernos.
-No me importa.
-Pues a mí sí me importa. Podrías perder tu trabajo y a mí me expulsarían.
-No me importa.
-Deja de decir que no te importa, porque sé que no es verdad- dije histérica-. Sabes que tu trabajo es lo más importante para ti.
-No es más importante que tú- dijo tiernamente-.

Se acercó aún más hacia mí. Lo tenía tan cerca que sentía su aroma y me gustaba, me gustaba demasiado. Él me encantaba. Lo amaba, de verdad, lo amaba.

-Andrés, suéltame ahora mismo.
-No te voy a soltar.
-¡Suéltame!

En ese instante, llegó mi autobús. La excusa perfecta para irme de ese lugar y alejarme de Andrés. Me subí y me senté junto a la ventanilla. Andrés me miraba mientras me alejaba. Una de mis compañeras de la Academia de baile estaba sentada detrás de mí.

-¿Ese es tu chico?- me preguntó-. Es muy guapo.
-No… él no es mi chico- respondí y ella notó cierta tristeza en mi voz-.
-¿Pero te gustaría que lo fuera?

-Sí… me encantaría.


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