sábado, 22 de agosto de 2015

Todo para mí



Él quizás no era el chico más guapo de todos, pero me hacía sentir como nadie más. Era increíble como cambiaba mi mundo de la manera en que lo hacía. Con él podía ser yo misma, sin ninguna máscara que ocultara lo que sentía. Éramos como niños cuando estábamos con los demás: nos reíamos de tonterías que sólo a nosotros nos causaban gracia, jugábamos, nos hacíamos cosquillas mientras todos nos observaban como si estuviésemos locos.

Estando los dos solos cambiaban las cosas. Dejábamos de ser niños. Las cosquillas se volvían caricias, las risas ahora eran besos y los juegos eran más intensos. Él hacía que mis sentimientos se volviesen más fuertes.

Sus manos recorrían todo mi cuerpo con la más fascinante habilidad y hacían que mis vellos se erizaran con el más mínimo roce. Cada vez que nuestros labios se juntaban todo se volvía mágico. Sus besos podían reducirme a una simple idiota. Él sabía perfectamente cómo lograr que yo hiciera lo que quería, y yo no me negaba en lo absoluto. Su poder sobre mí era impresionante.

Mientras que él para mí lo era todo, yo simplemente era una amiga con la que se divertía de vez en cuando y la pasaba bien. Mientras para mí cada caricia era maravillosa, él hacía lo mismo con las demás. Mientras que yo creía que era especial, él sólo me consideraba su amiga. Sin embargo, yo seguía ahí esperando que algún día yo llegase a significar tanto como él lo hacía para mí. 


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