lunes, 31 de agosto de 2015

Culpable



Tú no tienes la culpa de nada. Yo soy la única culpable de estar herida. Yo soy la única que eligió sufrir nuevamente. Soy la única culpable de que mi corazón tenga una nueva herida. Sólo yo.

Por desgracia, me enamoré nuevamente cuando era lo que menos quería. No pude evitar o impedir que sucediera. Quise, pero no lo logré. Nunca pensé que llegarías a significar tanto en mi vida. Mi debilidad: eso terminaste siendo. Es la verdad. Tienes el poder de hacer conmigo lo que quieres y yo, sin protestar, siempre te diré que sí. Creo que ahí está mi error, pero no puedo evitarlo.

Yo no elegí quererte. Las cosas simplemente se dieron. Claro que tú no tienes la culpa de ser todo lo que me gusta. Tú no tienes la culpa de tener esos brillantes ojos y esa hermosa sonrisa que me quita el sueño cada noche. Tú no tienes la culpa de hacerme sonreír como idiota cada vez que te veo. Tú no tienes la culpa del desequilibrio emocional que me provoca oírte reír o cantar. No tienes la culpa de que mi corazón se acelere cada que llega un mensaje tuyo. No eres el culpable de todo lo que ocasiona en mí un beso tuyo tan solo en mi mejilla.

En cambio yo… soy la culpable de todo.

Soy la culpable de todo lo que siento por ti. Soy culpable porque sabía lo que iba a pasar y aun así no lo paré. Tengo la culpa de sufrir. Yo sabía cómo eras tú, sabía tu reputación y sabía tu pasado, pero aun así terminé enamorándome de ti. Me enamoré de quien sabía no me iba a corresponder a mis sentimientos. Me enamoré de quien dice que no se va a enamorar. Me enamoré de alguien que sólo piensa en divertirse. Me enamoré y la única culpable soy yo.

Dedicado a: C.V.


sábado, 22 de agosto de 2015

Todo para mí



Él quizás no era el chico más guapo de todos, pero me hacía sentir como nadie más. Era increíble como cambiaba mi mundo de la manera en que lo hacía. Con él podía ser yo misma, sin ninguna máscara que ocultara lo que sentía. Éramos como niños cuando estábamos con los demás: nos reíamos de tonterías que sólo a nosotros nos causaban gracia, jugábamos, nos hacíamos cosquillas mientras todos nos observaban como si estuviésemos locos.

Estando los dos solos cambiaban las cosas. Dejábamos de ser niños. Las cosquillas se volvían caricias, las risas ahora eran besos y los juegos eran más intensos. Él hacía que mis sentimientos se volviesen más fuertes.

Sus manos recorrían todo mi cuerpo con la más fascinante habilidad y hacían que mis vellos se erizaran con el más mínimo roce. Cada vez que nuestros labios se juntaban todo se volvía mágico. Sus besos podían reducirme a una simple idiota. Él sabía perfectamente cómo lograr que yo hiciera lo que quería, y yo no me negaba en lo absoluto. Su poder sobre mí era impresionante.

Mientras que él para mí lo era todo, yo simplemente era una amiga con la que se divertía de vez en cuando y la pasaba bien. Mientras para mí cada caricia era maravillosa, él hacía lo mismo con las demás. Mientras que yo creía que era especial, él sólo me consideraba su amiga. Sin embargo, yo seguía ahí esperando que algún día yo llegase a significar tanto como él lo hacía para mí.